El pasaje de Hechos 16, muestra algunas de las características de la predicación del Evangelio del siglo I.
En primer lugar, aparece el evangelista itinerante que viaja de un lado a otro predicando el Evangelio.
Otra novedad, es el surgimiento de la casa, que desplaza el templo como el único lugar de adoración y de predicación de la Palabra.
Paralelamente, aparecen las mujeres como líderes en esas iglesias domésticas. Si en el templo las mujeres se veían relegadas a lugares apartados y a una actitud pasiva de contemplación; ahora son cabeza de congregaciones, participantes de una forma totalmente activas, profundamente comprometidas con la prédica de la fe que habían abrazado.
Lidia, una mujer de Filipos, originaria de Tiatira, es la mano que abre la puerta a la iglesia doméstica en Europa.
Estaba Lidia el sábado junto a otras mujeres en una reunión de adoración. La palabra "proseuché" usada en el texto giego, alude a la reunión de adoración en la sinagoga. Esto nos muestra que no era un grupo de mujeres que despreocupadamente estaban sentadas junto al río, sino un grupo de mujeres adoradoras, congregadas celebrando al Señor.
Por otro lado, Pablo y sus compañeros de misión habían salido buscando la sinagoga y al encontrar a estas mujeres en actitud de adoración comienzan a predicarles las buenas nuevas.
Ellas pusieron mucha atención a lo que decía Pablo, especialmente Lidia.
Como consecuencia de su fe, ella decide bautizarse, pero no solo eso, sino que el pasaje dá a entender que ella predicó las Buenas Nuevas en su casa, pues también ellos fueron bautizados.
Mujeres, que al ejemplo de Lidia, podamos abrir las puertas de nuestras casas para la predicación del Evangelio. No seamos nosotras quienes las cierren.
Bendiciones a todos